Yo repito muy a menudo que cuando dos coches chocan frontalmente el siniestro arroja como resultado un inútil amasijo de hierros con destino a la chatarrería.
La noche anterior, aún a las cinco de la mañana, con las calles desiertas, lo ilustraban a la perfección los pequeños corros sentados delante de las chatarrerías.
Con los perfiles sólo a medias iluminados por la luz amarilla de la chatarrería, podrían haber parecido imposibles hoy en día, salidos de un cuadro pintado en otros tiempos.