Hasta entonces no tenía esa seguridad, porque por ahí fui mozo, empleado de bar, chocolatinero en un cine, dactilógrafo por hora y, aparte, periodista.
No había auxiliares ni dactilógrafos para las cátedras, pero se daba en cambio un contacto muy directo con los alumnos y, sobre todo, entre los profesores.
Para las cátedras no existían ni asistentes ni dactilógrafos, pero en compensación había un contacto muy directo con los alumnos y sobre todo entre los profesores.