Luego demoleríal emparrado y la tienda para que no hallaran vestigios de mi morada y se sintieran inclinados a buscar más allá, para encontrar a sus habitantes.
Allí tenía mi emparrado, como solía llamarlo, que conservaba siempre en buen estado; es decir, manteníal seto que lo circundaba perfectamente podado, dejando siempre la escalera por dentro.