Debe destacarse, además, el increíble plantel de fantasmones, perfectamente coherente en estética y comportamiento con aquellos ya vistos en las películas.
El más mínimo reflejo sobre el cuaderno convertirá cualquier fantasmón salido del mismo en un enjuto epiléptico mal visualizado y peor (en el espacio) localizado.
Aliviada de su desmesura fantasmona, la tesis paciana (y surrealista) de que la poesía puede cambiar radicalmente al hombre, sugiere una noción no indigna de ser tenida en cuenta.