La brisa salada zangoloteaba sin piedad las palmeras ancestrales, largas y generosas, como despidiendo lo malo que se va y prediciendo lo bueno que llega.
Cuando llegas, te pasan los míticos e incomodos lentes, las butacas son lo comodas, el asunto se zangolotea bastante, así que ni hablar de quedarse dormidos.
A mí me dan escalofríos cuando veo a la gente mover su laptop como si fueran maracas, no, no, tiene demasiadas partes móviles como para andar las zangoloteando.