Ese principio de dominación ha sido efectivo: en la fragmentación del mundo y la socialidad, de la vida cotidiana y del sujeto, todo mundo utópico-posible aparece afantasmado, desarticulado.
Pero sólo he coleccionado o creo haber coleccionado fantasmas al precio de escupir casi todos mis dientes, convirtiéndome en el más afantasmado de todos.